Es usual que relacionemos al arte con la representación de lo que socialmente se considera “bello”. Sin embargo, esta es solo una forma de entenderlo, pues una gran parte de las obras artísticas —desarrolladas por culturas de todos los tiempos y lugares— expresan los modos particulares de entender la realidad que tuvieron los grupos e instituciones sociales poderosos.
Así, durante la Edad Media se desarrollaron dos estilos
artísticos importantes —el románico (siglos XI y XII) y el gótico (siglos XII y
XIV) que produjeron obras artísticas de gran calidad y belleza, y que además
representaron la visión que tenían los grupos dominantes y emergentes de la
época acerca del mundo. En el caso del arte románico, sus iglesias, esculturas
y Pinturas religiosas buscaban inculcar en la población el respeto y el temor a
la Iglesia católica, institución de gran poder en la Alta Edad Media, que
afirmaba representar el poder de Dios en la Tierra. El arte gótico, por su
parte, era la expresión del poder económico y político de las ciudades y de los
grupos sociales más poderosos, como la nobleza, y algunos miembros de la
burguesía (banqueros y comerciantes, principalmente).