Sobre la belleza ya reflexiona Platón. Este filósofo la define desde un punto de vista metafísico y objetivista.
Así, dice que la belleza es aquella idea que al relacionarse con las cosas sensibles hace aparecer a la idea en cuestión como deseable.
Su característica fundamental es la luminosidad, y su función la de despertar el amor —el eros griego-. Y, según Platón, se convierte por el despertar del amor en la vía que lleva al conocimiento del “bien” mismo.
Es decir, Platón no solo relaciona a la belleza con lo bueno, sino que va más allá. Dice que por comunicar el amor lleva al bien. Con lo cual relaciona las ideas de belleza, amor y bien como parte de una misma cosa.
Un discípulo de Platón, Aristóteles, define a la belleza como “armonía”. Así la belleza sería la debida proporción de las partes con el todo. Lo que también puede decirse de otra manera: la unidad en la diversidad.
En sentido aristotélico las características de la belleza serían el orden, la proporción, la luminosidad y el ritmo.
La relación entre belleza y arte es considerada de manera diferente por Platón y por Aristóteles.
El primero entiende que el arte es superfluo e irrelevante y que, según qué manifestaciones, es contrario al interés público.
El segundo entiende, por el contrario, que el arte tiene capacidad de conmover el espíritu y, en consecuencia, llevarlo a una catarsis que signifique una purificación espiritual de los sentimientos.