La seda, antes de ser conocida por Occidente, era él secretó mejor guardado de los chinos. Estaba prohibido sacar de China huevos o capullos, bajo pena de muerte. Se cree que monjes del Imperio Romano de Oriente fueron los que lograron sacar algunos huevos de gusano de seda escondidos en el hueco de sus bastones de peregrino.
A fines del siglo I de nuestra era, gracias a la expansión del Imperio chino de la dinastía Han, se abrió una ruta de caravanas llamada Ruta de la Seda. La extensión de esta favoreció el transporte de mercancías de gran valor, como seda, lana, oro y plata de Roma. Con la seda se llevó también canela, pimienta, perfumes, tintes y productos naturales.
A través de estos intercambios, Occidente recibió la seda y China accedió al budismo de la India.